𝗟𝗮 𝗿𝗲𝗶𝘃𝗶𝗻𝗱𝗶𝗰𝗮𝘁𝗶𝘃𝗮 𝗰𝗮𝗿𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝘂𝗻 𝗲𝘀𝘁𝘂𝗱𝗶𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗮𝗹𝗺𝗲𝗿𝗶𝗲𝗻𝘀𝗲 𝗲𝗻 𝗱𝗲𝗳𝗲𝗻𝘀𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗙𝗶𝗹𝗼𝘀𝗼𝗳í𝗮, Pablo Catalicio Ortiz del ÍES Sierra Nevada.

𝗟𝗮 𝗿𝗲𝗶𝘃𝗶𝗻𝗱𝗶𝗰𝗮𝘁𝗶𝘃𝗮 𝗰𝗮𝗿𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝘂𝗻 𝗲𝘀𝘁𝘂𝗱𝗶𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗮𝗹𝗺𝗲𝗿𝗶𝗲𝗻𝘀𝗲 𝗲𝗻 𝗱𝗲𝗳𝗲𝗻𝘀𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗙𝗶𝗹𝗼𝘀𝗼𝗳í𝗮, Pablo Catalicio Ortiz del ÍES Sierra Nevada.

𝘜𝘯𝘢 𝘳𝘦𝘧𝘭𝘦𝘹𝘪ó𝘯 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘭𝘢 𝘢𝘶𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘍𝘪𝘭𝘰𝘴𝘰𝘧í𝘢 𝘰 𝘤ó𝘮𝘰 “𝘴𝘰𝘧í𝘢” 𝘮𝘦 𝘴𝘢𝘭𝘷ó 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢

Soy un estudiante de bachillerato de un pequeño instituto del interior de Almería.

Hace semanas que vengo escuchando que quieren eliminar del sistema educativo la asignatura optativa de Filosofía en la educación secundaria. Inevitablemente, he recordado con nostalgia mis primeras andaduras en este arte del amor por el saber.

Conocí la Filosofía de la forma más remota posible y a una edad relativamente temprana. A pesar de que soy un escéptico nato y dudo de todo lo que me rodea desde que recuerdo tener uso de razón, mi amor por la Filosofía se remonta, casualmente, a marzo de 2020. Ese terrorífico mes que nos trajo tan malas noticias a todos.

Mi hermano mayor, era, por aquel entonces, estudiante de segundo de bachillerato en la modalidad de ciencias sociales.

Recuerdo que durante un par de semanas, cada tarde, se sentaba al escritorio con cara de frustración e intentaba responder varias preguntas de una disertación del superhombre nietzscheano que le generaba cierta frustración. En alguna ocasión le pedí, simplemente, estar a su lado mientras respondía las preguntas. E intentaba, totalmente fuera de contexto, buscar un proceso lógico a todo aquello que él iba haciendo. Me di cuenta de que amaba irracionalmente lo que hacía en aquel momento. No tenía ni idea de quién era Nietzsche. Ni mucho menos de qué era ser un superhombre. Pero sabía que amaba estar preguntándome cómo podríamos hacer de nuestra vida, aquella que estaríamos dispuestos a reiniciar infinitamente.

Desde entonces comencé a leer Filosofía. Algunos libros de la historia de la Filosofía sintetizada, y algunas autoras como Zambrano y Beauvoir.

Conseguí que el curso siguiente, la optativa de filosofía en la ESO, resurgiera en mi instituto. Y que a varios de mis compañeros les despertase cierta curiosidad.

Me di cuenta de que me fascinaba la idea de poder vivir de hacer aquello. De pensar, de dudar, de cuestionar. En resumen, me di cuenta, de que la Filosofía era la puerta directa a sentirme realizado. Que existía el trabajo perfecto que de pequeño siempre había imaginado: vivir enseñando a amar aprender.

Quiero estudiar Filosofía. Quiero ser profesor de Filosofía. Y escucho recurrentemente que todo es una utopía y que jamás podré llegar a vivir de ello.

Siempre he odiado que tapien el futuro laboral por adelantado. Porque desde que conocí la Filosofía, nunca he dudado de mí, de mi ambición, de mi vocación, y de que podría llegar a ser lo que aspiro a ser.

Y tristemente, ahora sí que tengo miedo.

Miedo a que sea el sistema el que me arrebate toda posibilidad de ser quien quiero ser. Porque no se puede ser profesor si no hay alumnos.

Miedo de ver cómo coartan la poca esperanza que tenía en el desarrollo del pensamiento crítico de los individuos que me rodean.

Miedo de que se cuestione la importancia de lo que nos ha estado alimentando durante siglos.

Miedo a que la Filosofía tiemble.

Miedo a pensar que aquello que me salvó la vida está pendiendo de un hilo y ahora yo no puedo hacer nada por salvarla.

Hoy pongo el grito en el cielo y ruego, visceralmente, que rescatéis aquello último que puede salvarnos de la perpetuidad en la caverna y la esclavitud de lo impuesto.

Salven la Filosofía. Háganse un favor.

https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/225186/la-reivindicativa-carta-de-un-estudiante-almeriense-en-defensa-de-la-filosofia